sábado, 28 de junio de 2014

Siempre me ha gustado la fotografía. Verla y hacerla. Desde pequeña.
Mis padres tenían una cámara analógica con la que disfrutaba haciendo fotos que a veces se podían revelar y otras no. No disponía de taller de revelado y en tienda solía ser caro.

Me alucinaba que hubiera carretes de foto para procesarlas en blanco y negro y otros que se procesasen en color.
Me alucinaba que lo que yo había visto no era lo que salía plasmado. Mi imagen almacenada no solía tener relación con la que traía de las tiendas de foto.

Tardé un poco en aprender que el ejercicio de traducción que la máquina realizaba con respeto a mi punto de vista traducido en imagen para todos conllevaba que yo también tradujera a un lenguaje legible para la máquina lo que había en mi cabeza y en las percepciones concretas de momentos íntimos.
(Y esto, ¡Válgame el cielo!, no puedo expresarlo mejor).

Poco a poco me adentro en un mundo especial. Si bien la pintura me ofrece un escenario de representación muy íntimo de diálogo conmigo misma; la fotografía me ofrece un diálogo de mi propio entendimiento mostrado a todos los públicos (al menos en la posibilidad de reconocimiento por parte del observador). Quiero decir: si en la pintura o escultura no utilizo el realismo más exhaustivo, no se suele entender o el mensaje no es para todos los públicos o es confuso y precisa de explicaciones largas por la frontera que nos solemos poner a los sentimientos propios verdaderos.
Sin embargo, con la fotografía, mucho tiene que liarse el fotógrafo para que su foto no se exprese por sí misma.

No es lo mismo transmitir un sentimiento interno generado por cantidad de estímulos o por uno solo a nivel íntimo en el cual cada uno le puede dar la definición que le de la gana, que un sentimiento por todos aceptado y descrito a pesar de las diferentes percepciones que cada uno tenga de él.
Para mí lo primero representa la pintura o escultura y lo segundo la fotografía.

El primero es un sentimiento adaptado a la materia, el segundo es un "algo" matérico y palpable adaptado al sentimiento.
(Siempre dese el punto de vista del "savoir faire", del conocimiento y dominio de la técnica a emplear en cada caso).

De alguna manera la fotografía me sirve en el caso de no querer dedicar el tiempo suficiente al dibujo, a la pintura, a la representación en tres dimensiones... Es un poco "para mis momentos vagos". Aunque para ello y para conseguir el resultado requerido le dedique el mismo tiempo o parecido.
Tengo siempre la sensación de que el resultado es inmediato. El boceto, al menos, sí que lo es.

Dicho todo esto, espero que os guste mi diálogo con el exterior.
Sólo espero que todo este soliloquio valga para algo.